Tu resplandeciente mirada
y la tibieza de tus cabellos,
el frescor de tu boca
en tu rostro beatífico,
la pugna de tus ardores
y tu negación abrupta.
Esa alternativa de pudor
con el puñal de tu apatía,
tu cuidadosa retirada,
la rebaja de ofertas
y aluvión de augurios,
me han trastornado el ayer
y hoy me sosiegan,
pues tu exterior tranquilo,
tu moderado paso
y tu aparente indiferencia,
son acicates de mi pasión
y, órdenes al leñero talador
que, un día de éstos,
abatirá el inhóspito bastión
impenetrable de tu madera.-
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