miércoles, 23 de septiembre de 2015

Penurias básicas.

Me voy a las dos de la madrugada, cansada de oírle hablar acerca de cosas que no están a su alcance.
Repetí aquella última frase mirando hacia el suelo, a pesar de su arrogancia maldita y me senté en la orilla de la fuente a pensar; algo se siente en el aire porque las palabras no han desaparecido, tampoco las historias, los versos y el lenguaje saturado de sinfonías.
Por mí hubiese ido lejos, enceguecida por el anhelo y la nostalgia, pero regresé unas dos horas después, cargada de muestras de arrepentimiento. Hubo un silencio, seguramente se tragaba las ganas de decirme un par de garabatos en nombre de todas aquellas personas pasadas a llevar. No le costaba nada hacerlo, total, los hechos ya estaban consumados.
Qué ganas de decir tantas cosas, escribirte un libro mientras mantenemos la casa a media luz y librarnos de esas miradas ingenuas. Por ahora, necesito saber que, a pesar de todo, las cosas saldrán bien.

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